This was written in Spanish as a tribute to my parents for the love they gave us by instilling our language and culture in each of us. Scroll down for English.
Spanish –
De luchas por ser inmigrantes al empoderamiento comunitario
Esto fue escrito en español como un homenaje a mis padres por el amor que nos brindaron al inculcarnos nuestro idioma y cultura.
Como hijo de padres inmigrantes, mi historia refleja un sueño, un sueño con el que la mayoría de los inmigrantes vienen a este país, un sueño de oportunidades, seguridad y prosperidad. Para muchos inmigrantes, ese sueño no lo alcanzarán para ellos mismos, sino que a través de sus hijos(as). El papel que tienden a desempeñar a menudo es superando las barreras del idioma, adaptándose a nuevas normas culturales y a una sociedad más individualista y rápida para que sus hijos tengan éxito.
Al crecer, recuerdo cómo nuestra familia se mudaba de ciudad en ciudad, buscando un trabajo estable y una comunidad segura donde mis tres hermanos y yo pudiéramos crecer. Cuando nos establecimos en Goshen, CA en 2003, mi hermana mayor y yo habíamos asistido a cinco escuelas diferentes, vivido en seis ciudades diferentes y en dos estados diferentes. A pesar de estas luchas iniciales, mis padres entendieron que la educación era una herramienta en la que debían confiar. Desde pequeños, mis padres siempre trataron de inculcarnos la importancia de obtener una educación, diciendo: “Nadie te puede quitar lo que aprendes”.
En el verano de 2004, mi papá tuvo una conversación conmigo. “Aunque no quiero esto para ti, ahora tienes 14 años y necesitamos que empieces a ayudar económicamente”, dijo. Empezó a compartir los sueños que tuvo para sí mismo mientras crecía y cómo esa visión se desvaneció mientras intentaba obtener una educación en su país de origen, México. Me explicó que tenía que caminar entre tres y cinco millas para asistir a la escuela, que la escuela no es gratuita en México y que eventualmente tendría que mudarse a una ciudad más grande para terminar la secundaria. Su familia no era alentadora porque necesitaban que él trabajara como sus otros hermanos y ayudara. A pesar de estos obstáculos, se esforzó por trabajar e ir a la escuela. Al final, la carga financiera se volvió demasiado y lo abandonó. Me dijo lo triste que le ponía que su familia le pidiera constantemente que renunciara en lugar de animarlo y alentarlo. A los 18 años hizo sus maletas y se mudó a Estados Unidos.
Cuando vi lágrimas caer de sus ojos, pude sentir cuánto le había dolido esa experiencia y lo doloroso que era que ahora me pidiera que hiciera lo mismo. No quería pedirnos a mí ni a ninguno de mis hermanos que trabajáramos porque sabía lo difícil que era y la carga adicional que supondría para nosotros obtener una educación. Sin embargo, enfatizó que, aunque me pedía que trabajara, tanto él como mi mamá siempre nos alentarían a continuar nuestra educación y no nos dejarían renunciar.
Un avance rápido hasta el día de hoy, y estoy orgulloso de decir que mis hermanos y yo estamos logrando ese sueño por ellos. Dos de mis hermanas y yo obtuvimos títulos de licenciatura y mi hermana pequeña también obtuvo una maestría. Mi hermano pequeño actualmente estudia ciencias de computación e ingeniería en la Universidad de California, Merced, cumpliendo el sueño de nuestros padres de que todos sus hijos obtengan una educación.
Después de graduarme, he tenido el gran privilegio de trabajar y cofundar organizaciones que se dedican a cultivar y propagar nuevos líderes en el Valle Central de California, al igual que organizar en torno a cuestiones de salud y equidad racial que impactan a las mujeres y a las comunidades desinvertidas en las comunidades rurales que son similares a donde crecí.
Actualmente, trabajo junto a padres que, a pesar de las barreras del idioma y la falta de educación formal, asisten a las reuniones de la junta escolar y participan en los comités escolares para expresar sus prioridades e inquietudes. Estos padres continúan inspirándome porque entiendo los sueños que tienen y las vidas que quieren que vivan sus hijos. Su dedicación a la educación de sus hijos refleja el apoyo que me brindaron mis padres y alimenta mi compromiso de trabajar por la equidad educativa.
Me esfuerzo por empoderar a estos padres, proporcionándoles el conocimiento y la comprensión del sistema escolar, para que puedan defender mejor la educación de sus hijos. Mis experiencias han dado forma a mi dedicación a trabajar con miembros de la comunidad para mejorar la educación y su calidad de vida. Los padres con los que hemos involucrado han luchado apasionadamente por opciones de alimentos más saludables en las cafeterías escolares, asegurando que sus hijos reciban comidas nutritivas. Después de presenciar un distrito donde solo había un consejero en cuatro escuelas, también defendieron la necesidad de consejeros académicos en cada escuela. Además, han sido firmes defensores de rutas seguras a la escuela, impulsados por encuentros cercanos alarmantes y una muerte trágica debido a una infraestructura inadecuada. Quiero que apoyen a sus hijos y no los dejen renunciar, aunque entiendo que la educación por sí sola no garantiza estar libres de la pobreza o de las desigualdades que vivimos. Es un paso crucial en la dirección correcta.
Es importante reconocer que la educación no sólo afecta a un individuo; tiene el potencial de cambiar la trayectoria de familias y comunidades enteras. A través de la educación, mis hermanas y yo hemos abierto puertas con las que nuestros padres solo podían soñar y hemos allanado el camino para las generaciones futuras de nuestra familia. Ver a padres de todos los caminos de la vida esforzándose por apoyar la educación de sus hijos, incluso cuando no comprenden completamente el sistema, es un recordatorio de lo crucial que es este viaje para todos los involucrados.
Gran parte de mi trabajo está impulsado por los recuerdos de mis propias experiencias. Recuerdo lo que se sentía al caminar por caminos de tierra para tomar el autobús, sólo para llegar a una escuela secundaria rodeada de riqueza. Recuerdo el orgullo y el apoyo de mis padres, incluso cuando me pidieron que considerara trabajar para ayudar a la familia. Nunca abandonaron su sueño de que obtuviéramos una educación, y es la misma determinación que vive en las familias con las que trabajo.
El apoyo firme y la resiliencia de mis padres han moldeado profundamente mi trayectoria y mi compromiso con la salud pública y la equidad educativa. Su sueño de un futuro mejor a través de la educación es la base de mi dedicación a trabajar con comunidades para superar barreras y crear oportunidades. Como futuro líder en salud pública, mi objetivo es promover la equidad en el sistema educativo y más allá, garantizando que todas las familias, independientemente de su orígen, tengan los recursos y el apoyo que necesitan para tener éxito. Este trabajo no se trata sólo de mejorar vidas individuales; se trata de transformar comunidades enteras y crear un legado de oportunidades y empoderamiento de las siguientes generaciones. La determinación que mis padres me inculcaron alimenta mi impulso para abogar por la justicia y la equidad, sabiendo que a través de esfuerzos colectivos y apoyo continuo, podemos construir un futuro más brillante y equitativo para todos.
English –
From Immigrants Struggles to Community Empowerment
As a child of immigrant parents, my story reflects a dream – a dream that most immigrants come to this country with, a dream of opportunity, safety, and prosperity. For many immigrants that dream will not be reached by themselves, but through their next generation. The role they tend to play often comes through overcoming language barriers, adapting to new cultural norms, and a faster more individualistic society for their children to succeed.
Growing up, I remember how our family moved from city to city, searching for a stable job and a safe community where my three siblings and I could grow up. By the time we settled in Goshen, CA in 2003 my older sister and I had attended five different schools, lived in six different cities, and two different states. Despite these early struggles, my parents understood that education was a tool they needed to rely on. From a young age, my parents always tried to instill in us the importance of obtaining an education, saying, “No one can take away from you what you learn.”
In the summer of 2004, my dad pulled me aside and had a conversation with me. “Although I don’t want this for you, you are 14 years old now, and we need you to start helping out financially,” he said. He shared the dreams he had for himself growing up and how that vision faded as he tried to obtain an education in his home country of Mexico. He explained to me that he had to walk between three and five miles to attend school, that school is not free in Mexico, and that he would eventually have to move to a larger city to finish high school. His family was not encouraging because they needed him to work like his other siblings and help out. Despite these obstacles, he pushed himself to work and go to school. Eventually, the financial burden became too much, and he dropped out. He told me how sad it made him that his family constantly asked him to quit instead of lifting him up and encouraging him. At 18, he packed his things and moved to the US.
As I saw tears coming down his eyes I could feel how much that experience had hurt him and how painful it was that now he was asking me to do the same. He didn’t want to ask me or any of my siblings to work because he knew how difficult it was and the additional burden that would put on us to obtain an education. Yet, he emphasized that although he was asking me to work, both he and my mom would always encourage us to continue our education, and they would not let us quit.
Fast forward to today, and I’m proud to say that my siblings and I are accomplishing that dream for them. Two of my sisters and I have obtained bachelor’s degrees, with my little sister also obtaining a master’s degree. My little brother is currently studying computer science and engineering at the University of California, Merced, completing our parents’ dream of seeing all of their children attain higher education.
After graduating I have had the great privilege of working and co-founding organizations that are dedicated to harnessing and cultivating new leaders in California’s Central Valley. These organizations also, organize around issues of health and racial equity that impact women and disinvested rural communities that are similar to where I grow up.
Currently, I am working alongside parents who, despite language barriers and a lack of formal education, attend school board meetings and participate in school committees to voice their priorities and concerns. These parents continue to inspire me because I understand the dreams that they have and the lives they want their children to live. Their dedication to their children’s education echoes the support my parents gave me, and it fuels my commitment to work on equity in the educational system and beyond.
I strive to empower these parents, providing them with the knowledge and understanding of the school system, so they can better advocate for their children’s education. My experiences have shaped my dedication to working with community members to improve education and their quality of life. Parents we’ve engaged have passionately fought for healthier food options in school cafeterias, ensuring their children receive nutritious meals. After witnessing a district where just one counselor was stretched across four schools, they’ve also championed the need for academic counselors in every school. Furthermore, they’ve been vocal advocates for safe routes to school, driven by alarming close encounters and a tragic fatality due to inadequate infrastructure. I want them to support their children and not let them quit, even though I understand that education alone doesn’t guarantee freedom from poverty or the inequities we live through. It’s a crucial step in the right direction.
It’s important to recognize that education doesn’t only impact an individual; it has the potential to shift the trajectory of entire families and communities. Through education, my siblings and I have opened doors that our parents could only dream of, and we’ve paved the way for future generations in our family. Seeing parents from all walks of life striving to support their children’s education, even when they don’t fully understand the system, is a reminder of how crucial this journey is for everyone involved.
So much of my work is driven by the memories of my own experiences. I remember what it felt like to walk on dirt roads to catch the bus, only to arrive at a high school surrounded by affluence. I remember the pride and support from my parents, even when they asked me to consider working to support the family. They never let go of their dream for us to attain an education, and it’s the same determination that lives in the families I work with.
My parents’ unwavering support and resilience have profoundly shaped my journey and my commitment to public health and educational equity. Their dream for a better future through education is the foundation of my dedication to working with communities to overcome barriers and create opportunities. As a future leader in public health, my goal is to advance equity in the educational system and beyond, ensuring that all families, regardless of their background, have the resources and support they need to succeed. This work is not just about improving individual lives; it’s about transforming entire communities and creating a legacy of opportunity and empowerment for generations to come. The determination that my parents instilled in me fuels my drive to advocate for justice and equity, knowing that through collective efforts and unwavering support, we can build a brighter, more equitable future for all.